3 nov 2011

La sonrisa que mira

La mirada que ríe

Los oídos que huelen

Y la nariz que escucha



Las manos que no amarran

Los pies que dibujan sobre paredes de adobe

Los pulmones que juegan al enfermero

Y el corazón que tararea boleros



La sonrisa se quedó ciega

La mirada ahora llora

Los oídos, hablan sin parar

Y la nariz se descostilla de risa



Las carcajadas tienen hambre

La boca sed, y nadie escucha.

En realidad, nunca deje de escribir, siempre las palabras estuvieron relacionadas conmigo en todo momento. Toda imagen es para mí una prosa. Cosa que veo, cosa que la imagino escrita o viceversa. Claro que muchas veces no hay palabras para describir una situación, por magnifica o desagradable que sea, y otras veces unas líneas son irreproducibles en imágenes. Así de absurda es la vida.


Me parece increíble lo que me produce leer mis manuscritos, tachaduras y machetes viejos, muy viejos. Es una sensación única. Siempre que los releo recuerdo el momento y la sensación y hasta el sentimiento que habitaba en mí. Lo que sucede cuando las vuelvo a leer es gracioso, porque lo veo desde otra perspectiva pero en el fondo, el planteo es el mismo, las dudas existenciales siguen estando, quizás ya algunas un poco resueltas pero otras no tanto y algunas que ahora están antes ni estaban o al revés. Yo también entonces soy absurda, como la vida misma. Eso creo.

Reír, bailar, fluir, soñar, amar, sentir, disfrutar y vivir. Creo que si a cada palabra le pongo un símbolo de más (+), el resultado da: vivir. Si un factor de estos le faltara a mi vida, estaría con un déficit importante. Entonces llegue a la conclusión de que es la sumatoria de estas palabras lo que causa en mí, la felicidad.

Que seria de mí sin la risa, sin mi sonrisa, sin la alegría constante y el humor de poder tomarme las cosas bien, ser positiva. La realidad es que me es nato ver las cosas así. No me esfuerzo en que esto suceda, pero sucede como por arte de magia. Nada me parece tan grave, nada es tan terrible. NADA.
Bailar, bailar es lo más lindo que puede experimentar una persona. Sea a oscuras y a solas con un parlante a todo volumen o unos auriculares. El moverse al compas de la música y entrar en trance es la sensación mas placentera que uno puede y tiene que experimentar y disfrutar. No hace falta hacerlo mal, o bien, si no, hacerlo. Moverse, moverse como si fuese el último día de nuestras vidas que pudiésemos bailar. Esa música que te hace vibrar, que te hace levantar de la silla de un salto o mover los dedos mientras la escuchas de lejos, esa música es la que a uno por alguna razón lo hace enloquecer, y hay que bailar. Pura actitud. Bailar, bailar en la vida, y reírse bailando. Nunca vi una persona bailando seria. Nunca en mi vida. Es que el bailar ya de por si creo que produce adrenalina y la adrenalina excitación y la excitación una mueca, y la mueca se transforma en una sonrisa, así en un segundo, la cara se transforma.

Ojala mi vida y las cosas fluyeran como la música, como el bailar. Ojala pudiese dejar realmente que todo fluya en mi vida como tenga que fluir, no forzar nada ni a nadie y que suceda lo que tenga que suceder. Si el bailar no es fácil, el dejar fluir las cosas creo que es un tanto más complicado. Siempre uno quiere que las cosas se nos den ya mismo y no dejamos ni tiempo para que el universo reciba ese grito desesperado y comience a trabajar con nuestro deseo. Tiempo, maldito tiempo. Siempre el tiempo esta metiéndose en el medio, pero hay que dejarlo interactuar, y actuar.

Si dejásemos que las cosas fluyeran, comenzaríamos a tener más tiempo para pensar, y esas energías, lo podríamos usar para crear, para inventar y soñar. Y soñando es como empezamos a amar la nada o el todo, empezamos a soñar que amamos y que nos aman y ese amor se vuelve real, comenzamos a sentir. Hace no mucho, realmente no sabia si sentía. No sabia donde estaba mi corazón y si estaba, por que no lo sentía? Que feo, recuerdo preguntarme para mis adentros si estaría muerta. Es que no podía entender como tal o tal situación no producía efecto en mí. Y a veces pasa, pero a veces pasa todo lo contrario. Lo absurdo de la vida. Sentís cosas loquísimas cada dos segundos, sentís partes fisiológicas que ni sabias que existían, dolores o retorcijones en músculos u huesos que ni sabes de donde vienen. Y uno se cuestiona que es, si es amor, miedo, odio, bronca, ganas, desganas, depresión, amor, aburrimiento, cansancio e infinitas de posibilidades de acuerdo a cada síntoma o dolor o satisfacción, placer. Moraleja: escuchar no solo el corazón, si no el cuerpo.

Enjoy, Carpe diem, disfrutar…disfrutar todo, el camino, el proceso, el momento, cada situación, cada charla, cada aprendizaje, cada carcajada, cada película, cada minuto y segundo de nuestras vidas. Ser conscientes de todo lo que hacemos.  Siempre uno lee la típica frase “disfruta cada momento como si fuese el ultimo” o “mañana te puede tocar a vos”…uno las lee y las deja pasar. No es consciente de que realmente mañana nos puede pasar algo, no? siempre es al otro, a mi no…y si es a mi? Se me vienen mil imágenes en un segundo desde el accidente hasta el entierro. Veo caras conocidas alrededor de mi tumba y yo queriendo gritar y volver a vivir…eso, vivir, entonces…hay que vivir, hay que vivir vivos, no muertos, no dejar que nos pase la vida por encima, abramos los ojos, abrámoslo! Perdamos menos tiempo en esas tantas tonterías en las que solemos enroscarnos, en los mambos de la gente, en las energías de otros que no se entrelazan con las nuestras, en porque yo tengo que pasar por esto y no vos.
Todo esto es lo que pienso dormida o despierta. Que tan importante es el éxito si mañana me pasa algo, que queda de mi? De mi vida, de mi gente, que huellas deje yo como persona en vos si me dedico a vivir de esa manera? Equilibrio, eso, equilibrio es la palabra que le faltaba a mi filosofía de vida. Es mi meta encontrar ese equilibrio, ese gris. No creer en todo o en nada ni ver las cosas en blanco o en negro. Equilibrio, eso.
Al final y al cabo, let it be…otro rastro sellado en mi piel, otra señal de lo que quiero gritarle a todo el mundo de una vez por todas, o a mi, o a mi yo interno: “déjenlo ser, dejenlo fluir, que sea lo que sea, todo fluye, vos seguí, seguí que todo tiene sentido!” Así estoy ahora, fluyendo en la corriente. A veces me meto en un remolino violento, otras me asomo y veo la orilla pero las olas me tiran para atrás pero sigo y sigo por que si vi la orilla, allá voy a llegar…a esa orilla, hacia allá voy!

Solo por hoy



Desearía fervorosamente que intentes leerme...que intentes leer mi mente e intentes juntar aquellas letras desparramadas y puedas hacerlas canción. Que suene esa melodía celeste con mis palabras. Que las palabras en-tre-cort-adas al menos tengan algún significado. Que las palabras mudas...que las palabras mudas hagan los agudos y las más graves bajen un poco el tono, un poco nada más.

Desearía que las palabras incomprensibles, sean comprendidas. Que las dulces toquen el piano hasta el amanecer y que las grotescas se ocupen de la batería pero solo en alguna que otra canción. Y de fondo.

Desearía que se transformen en un ensamble asombroso.

Desearía que se puedan capturar aquellas letras escondidas debajo de la cama, debajo del sofá, debajo de mi almohada, aquella almohada que muchas noches padeció la ausencia, pero que muchas otras me tapó la carcajada y me hizo alguna mueca un tanto sarcástica e irónica.

Desearía que todas pero todas formen parte de ese gran poema. Si, que se transformen en un inmenso papel manchado de palabras hermosas y absurdas y que nadie alcance a leerlo en una sola noche ni en veinte tardes soleadas. Que nadie lo comprenda, solo mi mente y vos. Seamos egoístas una vez. Solo una vez.

Lo irreal puede ser real



Había sido tan perfecto el sueño, era todo tan real, que se levantó de un brinco como de costumbre pero al instante se volvió a recostar, solamente para poder retomar el sueño. No lo lograba…cerraba los ojos, se esforzaba pero sólo conseguía traer a la mente imágenes cotidianas, nada que ver con lo fantástico que había presenciado hacia minutos u horas.


Agarró su cuaderno, ya manchado de palabras sueltas, húmedas pero vivas y pudo volcar una serie de fotografías que había conseguido congelar en su retina luego del sueño. Una de ellas resaltaba más que ninguna otra, pero no lograba captar con exactitud si había en esa imagen alguna especie de metamorfosis típica del mundo onírico pero no, no era una opción: era ella, al menos así lo creía. Revolvió su casa entera para encontrar sus cajas con recuerdos, removió todas las fotos viejas y actuales pero no encontró ninguna que se asemejara a esa sonrisa resplandeciente, ninguna ni cerca de parecerse.


Cerró el cuaderno, lo guardó en su cartera y salió a la calle para agilizar. Ella siempre tenía algún juego desatinado y absurdo que la entretenía, que la mantenía enérgica.


Además de vivir en el mundo platónico inteligible; además de enamorase en silencio y de creer fervorosamente que algún día un principito lograría encontrarla, cuidarla y amarla tanto como a una flor; además de jugar con los duendes que según ella la visitaban todas las noches y no la dejaban dormir, fue ideando de a poco un mundo paralelo recóndito en su guarida. Su vida era una novela, y cada capítulo contenía un suspenso eterno que ni ella lograba ni quería concluir. Así y todo, dejaba atrás los prejuicios de la gente, ya no tenia tiempo para perder en esos asuntos tan banales e insignificantes. Sólo se preocuparía por mantener a un puñado de su gente cerca, sólo un puñado, no necesitaría más. Ahora bien, lo único que le importaba en demasía era sentir que aquellos eran sus cómplices. ¡Como insistía con esa palabra! De todas maneras no dejaba de ser amable con los vecinos, con los mismos duendes nocturnos y con sus enemigos.


Recorrió muchos bares de Buenos Aires hasta que se decidió, por uno. Suspiró y se sentó atolondrada. Según ella hay bares y bares en la ciudad, de todos los estilos y para diferentes estereotipos, solo dependería de su ánimo el bar que elegiría. Y ese día, se decidió por aquel que la remontaba al típico bar de ruta, con mesas de plástico al aire libre, con gente amable que servía y lo infaltable: un buen ángulo para mirar a todos los personajes yendo y viniendo. Éste por ejemplo era otro de sus juegos preferidos. Pues podía pasarse días enteros en la misma silla, fumando, tomando cerveza, y jugando a adivinar la vida de la gente. Se imaginaba sus vidas, sus alegrías, sus desgracias, y generalmente se sorprendía de no ver a solos o solas en alguna mesa disfrutando de esa soledad que a ella tan bien le hacía. No podía evitar alguna que otra mueca sarcástica y ya no pretendía que las cosas cambiaran porque le enorgullecía sentirse única: única en el bar, única con su manera de pensar, única con su manera de amar la vida y de odiar por momentos al ser humano, aunque lograba darse cuenta con el correr de los días que podría perfectamente vivir aislada pero de esa manera sus juegos se desvanecerían. Entonces tachó esa idea de irse una noche de otoño a algún pueblo fantasma, lejos de la ciudad. Pero aun así en esa lista que tiene guardada y que la lleva siempre consigo, quedan incontables ideas ilusorias pendientes. Le encantaba jugar con la muerte también. Sabia que algún día llegaría ese día y deseaba impetuosamente que el día en que la encontrara, la encontrara brillando. Seguramente por eso se codeaba seguido con los límites o jugaba a planear nuevos desafíos… tal vez…quizás…¡quien sabe!


Aquel sueño había sido una señal clarísima, y ella seguía las señales de la vida, tratando siempre de acatarlas en el momento justo, le prestaba muchísima atención al tema de los tiempos. Así como era puntual para sus quehaceres y encuentros, lo era con las señales, a quienes les tenia por sobre todas las cosas sumo respeto. “Es alguien que nos trae un mensaje, solo tienes que saber leerlo”, solía decir cada vez que alguien no entendía de qué hablaba. Claramente no pasaban desapercibidas por su vida.


Así fue que se detuvo en aquel bar de ruta, pidió para tomar, y su mirada se empezó a perder entre la muchedumbre que rondaba por el barrio. Mientras mordía su birome con un dejo de incertidumbre, no hacía otra cosa más que esperar ansiosa aquel guiño amigo que le indicaría como seguir. Consiguió entrar en trance con sus sentidos y seguiría esperando… no mucho más.


Se enojó con las señales, pronunció todas las malas palabras que tanto amaba y le pidió perdón a la moza que con cierta delicadeza se acercó a la mesa para ver que estaba ocurriendo. “A veces hablo sola”, atinó a decirle, mientras le sonreía falsamente como a quien no le importa ser agradable. Es que se olvidaba de que vivía en sociedad y que debía mantener las formas, y en ese momento las palabras necesitaban resurgir. Siempre era para adentro ese murmullo que mantenía con sus otros yoes, pero esa tarde de invierno tenia tal energía acumulada mezclada con una sensación de pura adrenalina, que por algún lado tenia que salir.


Pasaban las horas y ella seguía allí, los cigarrillos fumados cada vez eran más y la cuenta iba acumulando vasos rotos, botellas vacías, y quinientosmilmillones de perdones dirigidos a la señorita que no hacia otra cosa más que observarla.


De repente una oleada de inspiración le azotó la cabeza y le hizo ver con una cierta claridad el significado de aquella fotografía que con un poco de voluntad propia podría dilucidar a la perfección.


Rápidamente se le ocurrió una idea idiota que terminó por ser una grandeza: cerró los ojos, detuvo el tiempo con su mente, se obligó a pensar unos segundos en él, y se auto sacó una foto con su celular, luego la miró rápidamente como quien está seguro de lo que va a ver e hizo una mueca de satisfacción. Volvió a recordar la fotografía congelada del sueño y si, si...le costaba confirmarlo y aceptarlo pero era él. Y comenzó a gritar “Es él”. La moza se acercó nuevamente ya atónita pero ella se le adelantó, la abrazó, la sacudió y le dijo “Todo cierra, ¿entendes?, es él!”, le dio unos cuantos billetes en la mano, otro abrazo eterno, cerró el cuaderno y se fue corriendo por las calles.


Había sido tan perfecto el día, seguía siendo todo tan irreal…

Menos es más

La minoría a veces es mayoría. Como las cosas a veces parecen grandes y con el tiempo uno descubre que eran muy pequeñas. O algo así. Me creo diferente de tantos otros que se creen iguales a mí, pero los que no son iguales se creen diferentes, por ende somos iguales. Yo pensé que estaba sola y me gustaba esa sensación de soledad, el papel de victima. Pensé que era minoría en mi manera de pensar, de querer, de vivir. Y cada día encuentro a más extraños con mis ganas de vivir y de pensar,  y también de querer. Y de repente me veo rodeada de extraños, que serian iguales a mí, y me desespera, me atormenta. Me gustaba estar sola, sentirme sola, sentirme única. Hasta que me acostumbré a los extraños, a su manera de pensar, de vivir y de querer y vivimos, queriéndonos de una manera extraña. Y única, también.

EL ARTE DE ODIARTE

Odio la gente quejosa que no hace más que contarme sus pálidas  y miserias. Odio la gente que se encierra un día de verano; odio la gente que usa paraguas, odio a aquel amigo que me llama pero que al fin de cuentas es por algún interés propio. Odio ciertas normas establecidas de la sociedad y esa presión social que me hace pensar más de la cuenta sobre el futuro. Odio saber que un día me voy a morir y que ese día puede ser hoy o mañana y aun así, seguir viviendo como si nada, creyéndome eterna. Y odio la gente que muere en vida, la gente que no disfruta  de las simplezas. Odio mi auto eficiencia muchas veces, el creer que todo lo puedo y que todo lo puedo sola. Odio la gente que con su mirada penetrante intenta hacerme sentir mal o inferior, en todo caso, odio sentirme inferior por seres nefastos y envidiosos. Odio las citas a ciegas pero también las típicas luego de una noche de lujuria; odio la gente que se vende constantemente y hace alarde de su supuesta perfección; odio vivir en contra de la corriente, odio la plata, maldita plata que no hace más que provocar más miserias. Odio sufrir por amor y sentir dolor en partes fisiológicas que no sabia que existían. Odio obsesionarme y transformarme en un ser posesivo cuando no lo soy con el resto. Odio ser tan cerrada para amar, odio no poder gritar que lo amo, odio estar esperando siempre una señal, fuckin` señales que me condicionan la mayoría del tiempo. Odio creer que soy la protagonista de una novela romántica y que todos los capítulos son de suspenso. Odio vivir en la realidad de los demás demases, odio la rutina y odio a la gente que odia su manera de vivir y  no intentan cambiarla. Odio la gente que no puede disfrutar de la hermosa soledad. Pero a veces odio mi devoción por mi soledad.  Odio la terapia y que alguien te haga descubrir cuestiones inconclusas de la vida. Totalmente innecesario. Odio querer decir de una vez por todas todo lo que odio, odio tener que odiar y poder hacerlo. Odio odiar, pero si no odiaría todo esto, no sé si podría amar.